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Las emociones humanas

Hablar de las emociones significa abordar un tema muy amplio, cuyo estudio sólo ha surgido en años relativamente recientes. Porque aunque siempre han estado presentes en nuestra vida cotidiana y tienen una importancia extraordinaria en el campo de los procesos psicológicos, sólo Darwin, después de mediados del siglo XIX, escribió sobre las expresiones emocionales. Sus observaciones señalaban la similitud entre los humanos y los animales y la universalidad de algunas de ellas. El núcleo de la teoría evolutiva considera que las emociones son procesos adaptativos que nos permiten evaluar el peligro (u otras situaciones), actuar, comunicarnos con los congéneres y adaptarnos al entorno de la mejor manera posible. Por lo tanto, las emociones son fundamentales para proporcionar información y garantizar la supervivencia del individuo, asumiendo un valor extremadamente positivo.

Qué son las emociones

En primer lugar, intentemos definirlas: las emociones son fenómenos complejos que implican una interacción entre factores subjetivos y objetivos, mediados por sistemas neurales/hormonales, que pueden dar lugar a experiencias afectivas como sentimientos de activación y placer/desilusión o pueden generar procesos cognitivos y llevar a la acción que puede ser expresiva, intencionada, adaptativa o disfuncional.

Se pueden clasificar como emociones primarias y entre ellas tenemos la alegría, la tristeza, la ira, el asco, el miedo (o la ansiedad), la sorpresa, que son compartidas por personas pertenecientes a diferentes culturas y, por lo tanto, tienen raíces biológicas. De hecho, según la teoría diferencial, el bebé posee, desde su nacimiento, un cierto número de emociones fundamentales y diferenciadas, basadas en programas innatos y universales. Por lo tanto, algunas emociones ya están presentes al nacer, mientras que otras surgen cuando, en el curso del desarrollo, tienen que realizar una tarea adaptativa. Estas últimas son las emociones complejas que incluyen la vergüenza, la culpa, el remordimiento, la envidia, que están condicionadas y moldeadas por la experiencia. La socialización y la adquisición de las primeras reglas que el entorno impone como formas adecuadas de exhibir las emociones hacen que éstas pierdan su conexión inicial con las expresiones fisiológicas y pasen a estar cada vez más determinadas socialmente.

Para qué sirven las emociones

Las funciones que cumplen están relacionadas con la organización de las acciones, por ejemplo, motivar nuestro comportamiento y prepararnos para la acción. El impulso de actuar de determinadas emociones suele ser biológicamente innato porque evolutivamente nos permiten actuar con rapidez en situaciones importantes, especialmente cuando no tenemos tiempo para pensar las cosas (por ejemplo, cuando tenemos que salvarnos de un peligro inminente).

Las emociones comunican a los demás (e influyen en ellos), incluso a través de las expresiones faciales (que son aspectos innatos de las emociones) que envían mensajes mucho más rápidos que el uso de las palabras. También nos comunican a nosotros mismos, ya que las reacciones emocionales pueden darnos información importante sobre una situación, pueden ser señales o alarmas de que algo está pasando, como las sensaciones corporales (viscerales) que pueden actuar como intuición (por ejemplo, un aumento de los latidos del corazón ante un callejón oscuro). Esto puede ser útil cuando nuestras emociones nos llevan a verificar los hechos.

Pero cuidado, a veces tratamos las emociones como si fueran hechos del mundo: cuanto más fuerte es la emoción, más fuerte es la creencia de que nuestra emoción se basa en un hecho ("si me siento inseguro, soy un incompetente", "si me siento solo cuando me dejan, no debería estar solo", "si me siento seguro de algo, esa cosa es correcta", "si tengo miedo, debe haber un peligro", "le quiero, así que debe estar bien"). Si creemos que nuestras emociones representan la realidad, podemos utilizarlas para explicar nuestros pensamientos y acciones, y esto puede ser peligroso si nos hacen ignorar los hechos, basando nuestra interpretación de la realidad únicamente en la información emocional.

Emociones problemáticas y psicoterapia

Este último aspecto es sólo una de las cuestiones que se tratan en la terapia relacionada con las emociones: muchos trastornos, de hecho, provocan problemas porque la persona evalúa el peligro o el daño de una situación en función de la emoción sentida. Pero, muy a menudo, esta emoción es la consecuencia (y no la causa) de pensamientos catastróficos o terroríficos que determinan la propia emoción. También hay otras dificultades que surgen en la terapia: la gestión emocional es una demanda común y frecuente de los pacientes. Esta falta de capacidad puede deberse a varios factores como los aspectos biológicos que dificultan la regulación de las emociones (disfunciones hormonales), la falta de un modelo ya que nadie ha enseñado a regularlas, el hecho de que el entorno haya reforzado el ser muy emocional y la inestabilidad del estado de ánimo. Además, existen mitos comunes sobre las emociones (falsas creencias) que dificultan la capacidad de regular las emociones, como por ejemplo: "hay una forma correcta de sentirse en cada situación", "dejar que los demás noten que me siento mal es una debilidad", "las emociones negativas son dañinas y destructivas", "ser emocional significa estar fuera de control", "algunas emociones no tienen sentido". Es necesario cuestionar estos y otros mitos, ya que llevan a la persona a gestionar la emoción según la creencia errónea o catastrófica.

El enfoque cognitivo-conductual y los desarrollos de tercera generación (Terapia Centrada en la Compasión, Terapia de Aceptación y Compromiso, etc.) llevan mucho tiempo destacando cómo una buena intervención sobre la regulación y el despertar emocional del paciente es crucial para el éxito de la terapia. Evaluar y comprender la familiaridad de cada paciente con sus emociones y las creencias que ha desarrollado sobre ellas, al tiempo que se identifican las estrategias y creencias de afrontamiento disfuncionales, es fundamental para modificarlas y promover otras más adaptativas, aumentando la capacidad del paciente para "estar con" y aceptar sus emociones.

Regulación emocional en el desarrollo

La competencia de regulación emocional debe adquirirse en la primera infancia, cuando la interacción entre los niños y sus cuidadores es una fuente de aprendizaje sobre las emociones y su gestión. El constructo de "regulación emocional" puede describirse como el conjunto de procesos extrínsecos e intrínsecos de un individuo que presiden el seguimiento, la evaluación y la modificación de las reacciones emocionales para alcanzar sus objetivos. O el proceso por el cual uno inicia, evita, inhibe, mantiene y modula en frecuencia, forma, intensidad o duración, los estados internos, los procesos fisiológicos, los objetivos y el comportamiento asociados a una emoción, con el fin de alcanzar sus objetivos.

El hecho de que los cuidadores no respondan con sensibilidad a las necesidades emocionales del niño y no sirvan de modelo de desarrollo adecuado contribuye, por tanto, a que se produzcan trastornos significativos en algunas áreas del desarrollo emocional, especialmente en la capacidad de los niños para autorregularse emocionalmente. El niño que experimenta irregularidades en las reacciones emocionales de sus padres, estallidos de ira inmotivados, que vive en un entorno familiar emocionalmente desorganizado, con graves carencias afectivas, es incapaz de construir durante el desarrollo un patrón emocional coherente, cuya base es una seguridad en el vínculo de apego necesaria para el crecimiento adaptativo y para la aparición de una estructura emocional estable, que cuando falta puede ser la causa de problemas psicológicos. De hecho, las emociones han sido durante mucho tiempo el centro de interés clínico tanto por su papel como causa como por el mantenimiento de los trastornos psiquiátricos.

• Ansiedad
• La culpa
• Asco
• Ira
• Tristeza
• Timidez
• Vergüenza
• Empatía
• Envidia
• Celos